Teresa Cabarrús

El día 7 Thermidor (25 julio de 1794) el jefe de policía informa a Teresa Cabarrús que el día siguiente tiene que presentarse ante el Tribunal revolucionario. O, lo que es lo mismo, que el día siguiente subiría al cadalso.

Llena de desesperación y furia escribe una carta: “Voy a morir por ser la amante de un cobarde”. Cuentan que con la carta envolvió un puñal, antes de remitirlo. El amante es Jean-Lambert Tallien y a ella pronto le llamarán Madamme Thermidor.

El final feliz de Madame Thermidor

Teresa Cabarrús fue amante de uno de los líderes de la Convención y pudo haberlo sido de Napoleón; usó su influencia para salvar vidas

El día 7 Thermidor (25 julio de 1794) el jefe de policía informa a Teresa Cabarrús de que el día siguiente tiene que presentarse ante el Tribunal revolucionario. O, lo que es lo mismo, que el día siguiente subiría al cadalso. Es la época del Gran terror. El propio Tribunal se había impuesto un máximo de 70 ejecuciones diarias, pero, a veces, lo superaban.

Llena de desesperación y furia escribe una carta: «Voy a morir por ser la amante de un cobarde». Cuentan que con la carta envolvió un puñal, antes de remitirlo. El amante es Jean-Lambert Tallien y a ella pronto le llamarán Madame Thermidor.

Pero empecemos por el principio. Teresa Cabarrús nace el 31 de julio de 1773 en Carabanchel Alto, en una familia de origen navarro y afincada en Francia. Cuando ella nace su padre es un joven con ambición, pero sin posición social. Después será nombrado conde y director del primer banco público español (el banco San Carlos). Cuando Teresa tenía 12 años, con una posición social ya muy holgada, su padre le manda, junto a su madre y dos hermanos, a París para que adquiera una buena educación, pero, sobre todo, para que busque una alianza matrimonial con una familia poderosa de Francia.

El 21 de febrero de 1788, con solo 14 años y medio, se casa con Devin de Fontenay, de una familia adinerada de París. Él es un libertino irresponsable, y muy pronto Teresa decide que solo será un matrimonio de fachada, aunque al año siguiente tuvieron un hijo.

En la década de los ochenta del siglo XVIII París era un jolgorio. La aristocracia irresponsable y parasitaria vivía de fiesta en fiesta, pero la burguesía ya entraba en sus salones. Es el tiempo dorado de la Ilustración y por eso se consideraba de buen gusto invitar a las fiestas a filósofos y científicos. Aunque, de vez en cuando, tenían un sobresalto, en la práctica vivían y escribían en libertad. Del poder absoluto casi queda solo el nombre. Cuando tomaron la Bastilla, asaltaron solo un símbolo del pasado: únicamente encontraron siete presos y ninguno político.

En este ambiente nos tenemos que imaginar a una niña de quince años, con una dote de 500.000 libras, sin su familia, sola, sin una relación seria de matrimonio. Y tenemos que imaginar también la moral libertina de la época donde los matrimonios son contratos comerciales y los amantes -de ellos y de ellas- eran paseados ostentosamente a la vista de todos.

Las mujeres, algunas de gran influencia, tenían, sin embargo, un poder vicario: solo podían influir a través de sus amantes. Teresa que adquirió gran fama por su belleza, tenía una necesidad morbosa, compulsiva, de reconocimiento social. Nunca comprendió el valor de los bienes materiales y derrochaba con generosidad con una mano lo que con la otra arrebataba a sus amantes.

En esa década, frecuentó los salones, conoció a Diderot, Mirabeau o Lafayette, y a Lameth, su amante.

Pero llegó la Revolución y todo esto cambió. A partir de 1790 no era muy seguro ser aristócrata, y después del 10 agosto de 1792, con la caída de la monarquía y las matanzas de septiembre del mismo año, era muy peligroso ser noble en París. En abril de 1793 Teresa se divorcia de su marido, y en otoño ella, su marido y su hijo se dirigen a Burdeos huyendo de París. Finalmente, él huye a la Martinica y ella se queda en la ciudad con unos familiares paternos.

Con apenas 14 años se casó con un joven libertino hijo de una familia adinerada

Represión en Burdeos

Burdeos es entonces el centro político de los girondinos, y la Convención manda dos comisionados a reprimir la ciudad. Los comisionados son Taillen e Isabeu. Lo primero que hacen es nombrar una Comisión de Vigilancia, montan la guillotina en el centro de la ciudad y comienzan las ejecuciones. Cuenta la leyenda que Teresa es encarcelada en la prisión de Ha, en condiciones tan penosas que las ratas le mordían los dedos de los pies (cicatrices que nunca nadie vio). Y, que, anonadado por su belleza, Tallien la libera para convertirla en su amante.

Fuera como fuese, no hay ninguna duda de que Teresa se convirtió en amante de Tallien y que utilizó su influencia en el Dictador de la Convención para ayudar a los girondinos y aristócratas de Burdeos. Por eso, los perseguidos bordeleses siempre la defendieron llamándole Notre Dame de Bon Secour, Nuestra Señora del Buen Socorro.

Pero los jacobinos tenían espías que informaron de la relación de Tellien con Teresa y de la benevolencia de las sentencias en Burdeos. El último mes que estuvo Teresa en la capital de la actual Aquitania (mayo de 1794) las sentencia a muerte se redujeron a cero. El siguiente mes, con Julien, fueron 76, y en julio 126.

Tallien corre a Paris a defenderse y Teresa huye a Versalles, pero es detenida por orden de Robespierre que está preparando una nueva purga en la Convención. Esta vez, los amenazados se organizan, saben que están en juego sus cabezas y preparan un golpe para derribar a Robespierre. Es el 9 Thermidor. Tallien de forma teatral y dramática tendrá un papel principal, será él quien con el puñal en mano impida hablar a Robespierre. Cobra así, en los días posteriores, enorme fama, y surge de inmediato la fábula de que lo ha hecho impelido por su amante Teresa, a punto de ser guillotinada. De ahí ‘Madame Thermidor’. Pero fueron dos personas que ese día se mantuvieron en la sombra quienes construyeron Thermidor: Fouché, el organizador del golpe, y Sieyès que en el último momento ofreció el apoyo de la Llanura.

Los thermidorianos jamás perdonaron su pasado a Tallien, especialmente su función de secretario del ayuntamiento en las matanzas de septiembre. Y a Teresa tampoco su relación con él. Ella se justificó diciendo que «cuando se está a punto de ser arrastrado por la borrasca, no siempre es posible escoger la tabla de salvación». Y con total frialdad lo abandonó.

Llegaron los años de euforia del Directorio. Teresa tuvo la opción de escoger entre dos pretendientes: Barras, el hombre fuerte del Directorio, y un pequeño general sin mucho nombre, Napoleón. Y se equivocó.

De nuevo se convirtió en la mujer más importante de París, la que organizaba las mejores fiestas, la que determinaba la nueva moda desinhibida, después de los años de uniformidad austera de la Revolución. Napoleón, coronado emperador, nunca le perdonó su pasado ni su rechazo. Le prohibió todo acceso a la corte y a los salones de París. Era lo peor que le podía pasar a Teresa.

Pero tuvo suerte, un noble se enamoró perdidamente de ella y terminó en un pequeño marquesado de Chimay, en Bélgica. En su castillo intentó atraer a músicos y artistas, y sobre todo se dedicó a ayudar a la población local. Y nunca utilizó su influencia para pedir la muerte, como tantos, sino para pedir perdones. Buscaba, casi de forma desesperada, el reconocimiento y agradecimiento social.

Cuando murió, prácticamente todo Chimay, incluida una masa de aldeanos, acudió a su funeral.

(Territorios. El Correo, 3709/2021)

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Bibliografía