Milena Jesenská

“Sé que al menos tú no me olvidarás, que podré seguir viviendo en ti”, le dijo poco antes de morir.

Para muchos fue ‘la novia de Kafka’, pero su biografía ofrece bastante más: es la de una burguesa que se hizo comunista y fue víctima de los dos grandes totalitarismos del siglo.

Milena, de Praga

Una mujer alta, con ligera cojera, se acerca a la recién llegada y le dice en alemán: «Milena, de Praga». Le da la mano y añade: «Ruego que no apriete usted porque tengo los dedos mal». No dice su apellido, solo «de Praga». Aquí tiene sentido, es el campo de concentración de Ravensbrück, el único ‘lager’ para mujeres, y hay prisioneras de más de 40 países. El lugar de origen es información pertinente.

Años más tarde, cuando se publican las cartas de Kafka a Milena, perderá hasta el nombre para convertirse durante mucho tiempo en ‘la novia de Kafka’.

Milena y Kafka se escribieron durante tres años, de 1920 a 1923. Solo se conservan las de él, que Milena entregó a un amigo para que las guardase. Trescientas cartas que convierten a Milena en una sombra que revolotea sobre el alma de Kafka. Apenas se vieron dos veces, cinco días en total. Es, seguramente, la relación más verdadera de Kafka porque solo vive en su interior, se niega a hacerse material. «Los besos por escrito no llegan a su destino» le escribirá, pero no hacía falta: el amor de Kafka solo habitaba en su universo personal.

Pero Milena era mucho más que la novia de Kafka. Se llamaba Milena Jesenská y nació en Praga el año 1896. Pertenecía a esa generación de hijas de la aristocracia burguesa que, a principios del siglo XX, quiere beberse el mundo y romper todas las ataduras de las tradiciones. Su padre, a pesar de ser muy autoritario incluso para aquella época, le mandó a estudiar al Instituto Minerva, cuna de la primera hornada de feministas checas.

Pronto se mezcla con la bohemia de escritores y artistas. Es joven, rompe convenciones y normas, se enamora, se casa y huye a Viena con su marido. Resulta un desastre total. Milena tiene que trabajar llevando maletas en la estación, pero no se rinde y comienza a escribir, y al final consigue reconocimiento como periodista. En esta época conoce los textos de Kafka y le pide permiso para traducirlos al checo; así comenzó su relación. En la misma época, como tantos de su generación, Milena se hizo comunista. Nunca tuvo suerte con sus parejas. «¿Por qué siempre me enamoro de hombres más débiles que yo? Para una mujer, tener demasiadas iniciativas es un castigo», dirá a su amiga. El segundo marido, el arquitecto Jaromír Krejcar, fue a trabajar cinco años a la Rusia soviética, y a la vuelta, totalmente espantado, contó la represión que había visto. Milena pronto también se hizo muy crítica con el comunismo. En igual medida criticaba al nazismo alemán.

Cuando Praga es ocupada por los nazis, se dedica a ayudar a huir a los judíos y participa en la resistencia clandestina, pero muy pronto, en noviembre de 1939, es detenida por la Gestapo y enviada a Ravensbrück.

Amistad con Margarete

Y es aquí donde se presenta a Margarete Buber-Neumann. Una mujer que también pertenecía a la aristocracia burguesa de Berlín y, a la vez, a la aristocracia del Partido Comunista de Alemania.

Se había casado con Heinz Neumann, alto dirigente del Partido. Al subir al poder Hitler, los dos huyen y terminan en Moscú. Y allí, alojados en el hotel Lux, Margarete conoció junto a su marido el terror rojo de Stalin. El hotel Lux era el lugar de alojamiento de las delegaciones extranjeras de los diferentes partidos comunistas. Allí estuvo en época temprana Fernando de los Ríos, y menciona la brutal diferencia entre la opulencia dentro del hotel y la miseria fuera.

Con Franz Kafka.
Con Franz Kafka

Pero desde mediados de los treinta el hotel se convirtió en un espacio de soledad y miedo. Los delegados esperaban días y meses a ser recibidos en el Kremlin, y cuando comenzaron las purgas esperaban aterrados. Pasaron noches enteras con la maleta preparada sentados al borde de la cama esperando la llegada de los coches negros de la KGB. Hasta que llegaron. Heinz Neumann fue llevado a la Lubianka, y de allí desapareció en la nada. A Margarete, acusada de ser «esposa de un enemigo del pueblo» le cayeron cinco años en un campo de concentración, primero en Siberia y luego en un campo en Kazajistán. Era 1937, el año de la ‘Gran Purga’.

El año 1940, Hitler y Stalin tuvieron la delicadeza de intercambiarse prisioneros de los campos, Moscú entregaría a Berlín los comunistas alemanes y Berlín los rusos a Moscú. Es así como Margaret Buber-Neuman pasa de un campo de concentración soviético a otro nazi. Al llegar a Ravensbrück, las prisioneras comunistas le hacen un interrogatorio. No se apoca y denuncia la represión soviética. Las comunistas la califican de traidora y la condenan al ostracismo, ninguna presa debe tener relación con ella.

Por eso se sorprende cuando una mujer alta se le acerca y le da la mano. «Tenía ante mí a una persona con el orgullo todavía sin quebrantar, ¡un ser humano libre, en medio de todos los humillados!», diría después.

Y surge así una relación de intimidad radical, dos almas que se desnudan sin esconder ningún pliegue. Hablan y hablan sin parar de sus vidas, de los campos de concentración. Noches de susurros escondidas en unas letrinas. Al final cada una se convierte en la memoria de la otra.

Milena le dice a su amiga: «Cuando seamos libres escribiremos juntas un libro, se titulará ‘La época de los campos de concentración’».

En ese título imaginado hay dos conceptos clave, la primera: ‘época’, el tiempo en el que se derrumbó la civilización, se abrieron los infiernos y llovió plomo derretido en Europa, y el segundo es el plural de los campos. Este plural no tenía valor cuantitativo sino cualitativo. Se refería a los dos tipos de campos, los nazis y los soviéticos.

Milena muere el 17 de mayo de 1944 dentro del campo de concentración, en los brazos de su amiga. Al salir en libertad Margarete llevó consigo la memoria y la voluntad de contar la verdad de su amiga. A pesar de una brutal campaña de los comunistas de toda Europa, denunció los campos de concentración soviéticos. Y no se olvidó de su amiga, escribió sobre ella un libro estremecedor: ‘Milena’.

«Sé que al menos tú no me olvidarás, que podré seguir viviendo en ti», le dijo poco antes de morir.

Fotos

Bibliografía