Expulsados del Olimpo

Tommie Smith, Peter Norman y John Carlos fueron marginados socialmente tras protestar contra la discriminación racial en los Juegos Olímpicos de México.

A veces el tempo de la historia se acelera y los acontecimientos se multiplican de repente. Algunos se reproducen casi al mismo tiempo en todo Occidente. Así fue el año 1968. Un año preñado de acontecimientos diversos y contradictorios. Pero son en su mayoría un conjunto de sueños rotos y esperanzas truncadas.

En enero madrugó el deseo de libertad en Praga, cuando Alexander Dubček comienza con las reformas que anulan la censura y abren la puerta a la libertad social. «Socialismo con rostro humano», lo llamaron los reformistas. La primavera de Praga terminó en agosto con la invasión de los tanques soviéticos y Dubček, de guardabosque.

En el Mayo francés se inició una ola de revoluciones universitarias que recorrió todos los campus de Berlín a Berkeley. Sueños revolucionarios que se deshicieron como arena entre los dedos, pero nos dejaron para el futuro dos grades conquistas: la liberación sexual de las mujeres y la afirmación del ‘yo’ individual que rompe la tiranía de las tradiciones y de la comunidad para reivindicarse cada uno como persona autónoma.

Si queremos identificar este año de 1968 con una imagen yo me quedo con la fotografía del podio de 200 metros de los Juegos Olímpicos de México. Una foto ambigua e inquietante: tres deportistas, dos de ellos negros, que alzan el puño con guante negro reivindicando ante el mundo el ‘Black Power’ pero, a la vez, inclinan la cabeza con humildad. Este acto de protesta y reivindicación por la igualdad ciudadana de las personas negras no logra la victoria pero tampoco se diluye en la nada. Es un hito público y compartido en la larga lucha contra el racismo americano contra los negros. La fotografía es de octubre de 1968, pero ese mismo año, el 4 de abril, fue asesinado Martin Luther King. La lucha contra el racismo y por la igualdad política venía de lejos.

El primer tercio del siglo XX el racismo contra los negros fue en EE UU público, ostentoso, arrogante y legal. Fue, además, de una violencia criminal, ya que permitía asesinatos públicos contra los negros, especialmente en los estados del sur. El lema ‘Iguales pero separados’ dio cobertura a la legislación de segregación, las llamadas ‘leyes Jim Crow’. El año 1964 se aprobó la Ley de Derechos Civiles que puso fin al soporte legal de la segregación. Y todavía el año 1963 el gobernador George Wallace se presentaba a las elecciones con el lema ‘la segregación ahora, la segregación mañana, la segregación para siempre’. Y ganaba las elecciones. Fue gobernador de Alabama durante cuatro mandatos. Y no era del partido republicano sino del demócrata. Tal vez nos parezca raro hoy, pero en esa época los demócratas de los estados del sur eran fervientes defensores de la segregación.

La violencia criminal estaba sustentada y amparada por el profundo racismo de los estados del sur. El asesinato de los negros era algo totalmente impune. Durante los 30 Billie Holiday hizo popular una canción, ‘Strange Fruit’, cuyas estrofas decían: «Los árboles del sur dan una fruta extraña. Sangre en las hojas y sangre en la raíz. Cuerpos negros balanceándose en la brisa del sur».

Sabían que pagarían un precio elevado: recibieron abucheos, fueron expulsados de la villa olímpica y devueltos a sus países.

Simbología

El año 1964 la Ley de Derechos Civiles anulaba la discriminación legal, pero en la vida real los negros seguían sufriendo el racismo en todas las formas posibles. En torno a la reivindicación de la Ley de Derechos Civiles se fue creando una red de activistas que reivindicaban la igualdad real para los negros. En este contexto de marginación de la población negra de EE UU dos deportistas de color deciden hacer pública su protesta. No eran ingenuos, sabían que pagarían un precio elevado por el acto, pero decidieron dar un paso adelante y levantar los puños con guantes negros. Hoy podemos pensar que en el estadio de México obtuvieron una ovación del público, pero no, sólo silencio y abucheos. Inmediatamente fueron expulsados de la villa olímpica y devueltos a EE UU.

Pero vamos a volver a la fotografía. Los tres atletas son: Tommie Smith, negro que terminó el primero en la carrera; Peter Norman, blanco australiano que quedó segundo; y John Carlos, que finalizó tercero. El acto está lleno de elementos significativos: Smith se puso un pañuelo negro en el cuello, Carlos se desabrochó el chándal reivindicando a los obreros de EE UU, y tenía un collar de abalorios: «Para recordar a las personas que fueron linchadas o asesinadas, y nadie ha dicho una oración por ellas, que fueron ahorcadas, y para las que fueron arrojados al agua en mitad del pasaje».

Tanto Smith como Carlos levantaron sus puños con guantes negros, pero si nos fijamos Smith lleva el guante en la mano derecha y Carlos en la izquierda. Fue una solución improvisada que les propuso el australiano. Carlos se había olvidado sus guantes en la villa olímpica y estaba histérico, fue Peter Norman quien les dijo: coged el par que tenéis y poneos cada uno en una mano. El puño levantado con guante negro era el símbolo del ‘Black Power’. «Si gano, soy americano, no afroamericano. Pero si hago algo malo, entonces se dice que soy un negro. Somos negros y estamos orgullosos de serlo. La América negra entenderá lo que hicimos esta noche», dijo después Smith.

Y si nos fijamos más veremos que los tres, también Norman, llevan en el pecho una insignia redonda, la del Proyecto Olímpico para los Derechos Humanos. De esta forma Norman expresó su apoyo público a la reivindicación contra el racismo.

Peter Norman, el blanco, fue también expulsado de la villa olímpica y las instituciones deportivas australianas le impidieron participar en cualquier competición; terminó totalmente marginado de la vida deportiva. En Australia el racismo tenía otro objetivo, pero incluso más feroz que el americano: la marginación de la población aborigen. Smith y Carlos también fueron apartados en la sociedad americana. Los tres deportistas pagaron muy cara su protesta. La mujer de Carlos fue quien había comprado los dos pares de guantes negros. No pudo aguantar la presión y terminó suicidándose.

(Territorios. EL Correo. 08/01/2022)

Fotos

Bibliografía